Epílogo del autor

Por qué Torre Nilsson?

Dado que me enfrento por primera vez a un proyecto de carácter personal, considero que es necesario recurrir a las fuentes que me han influido en estos años de estudio, como son Luis Buñuel, Alain Resnais, y Torre Nilsson. Entre otros grandes, estos cineastas son considerados autores porque de sus obras deviene una poética: una forma de entender el mundo, de entender el arte y de entender el cine.
En el caso último, se hace necesario rescatar uno de los cineastas que dentro de una cinematografía accidentada, ha sabido combinar las cuestiones complejas de la producción para hacer obras de calidad que presentan un universo propio y hasta han podido cruzar más allá de las fronteras.
El proyecto en el que me hallo inmerso tiene un gran trabajo con el fuera de campo en relación al manejo de los saberes que tiene el espectador y que tienen los personajes, y considero que la busqueda que este autor hace de los espacios de ocultamiento, desde un nivel escenografico hasta la puesta de luz y la puesta de cámara, considero que es notable analizar cómo sostiene el verosimil. Es acá donde rescato más que nunca la noción de realismo subjetivo: cada personaje ve lo que puede ver y no una realidad acabada y certera. Si nos paramos desde esta posición, podremos entender por qué hoy en día se manipula tanto la informacion: hoy en día no hemos podido solucionar este conflicto entre lo que sucede y nuestra separación del objeto "acontecimiento".
Precisamente en el argumento que trabajo se trata de ahondar en aquel ser humano que se halla carente de separar el mundo de si, dado que tiene un objetivo que atenta contra él: el objetivo de crear un mundo que le sea beneficioso, y no de adaptarse a él. Probablemente los personajes de Arlt están muy cerca de este delirio social.

La poética del Ocultamiento

Hipotesis:

El fuera de campo en Torre Nilsson expresa la dialéctica entre lo real y lo oculto enmarcado la Casa como metáfora de la realidad social.

Casetti y Di Chio definen en “El análisis de la Representación” al Espacio dentro de cinco categorías de opuestos: in/off, estático/ dinámico, orgánico/ disorgánico. El fuera de campo, entendido como aquello que rodea al campo (que es lo que está dentro del espectro visible del espectador) se configura en un espacio que por su determinabilidad puede ser: no percibido (en tanto no se hace alusión alguna al mismo), imaginable (en tanto se lo evoca sin mostrarlo) o definido (en tanto es o será mostrado en algún momento). En el cine de Torre Nilsson pasamos del extremo de la no percepción a la definición, ya que el relato se dispara desde la tachadura a la visión del personaje, y por ello a la del espectador, y se concreta cuando ambos acceden a ver qué es lo que hay detrás de esa tachadura. En “La Casa del Ángel” se nos presenta un universo rutinario que no tiene avance posible, para lo cual solo queda retornar en el relato de Ana para entender lo sucedido. Sin embargo, una vez que llegamos al final, el espectador aún no ha podido acceder fácilmente a una información totalizadora, sino que ha descubierto mentiras ocultas tras el molde presentado pero que no tienen un avance dramático. Entonces la corrupción, el duelo o el acto de “violación” han sucedido pero desde un fuera de campo evocado, ya sea en el caso de la discusión de Pablo con su padre, o en un fuera de campo que está cerca de la no percepción: cuando Ana es abrazada por Pablo, la cámara se mueve hacia el mobiliario, nos impide acceder a lo que le sucede a Ana y genera un alto grado de ambigüedad sobre la acción dramática.

El fuera de campo, entendido como poética, puede estar dentro del encuadre, velado por la escenografía, como sucede en los huecos de la casa de “La Mano en la trampa”. El espacio se divide en dos: espacio accesible y espacio negado. La acción gira en torno al espacio negado, el cuarto del “opa”, y es a través de un dispositivo mecánico que Laura puede acceder al mismo y descubrir a su tía. Sin embargo, el fuera de campo también se trabaja desde la fragmentación del cuerpo (escena analizada de “La Casa del Angel”), desde el cambio de la posición de los actores en el encuadre y la cámara en mano que varía la toma a medida que se sucede la escena. Pasamos de tener personajes en primer plano con su rostro claramente iluminado a tener perfiles con una línea de contorno de contraluz. El fuera de campo es también la construcción del mismo campo visible, el cual a través de la fragmentación de los planos, los cambios de angulación, la imposibilidad de una continuidad dada por el raccord, hace imposible reconstruir el espacio de la tía. No está puesto el foco en realizar una lectura ‘transparente’ del espacio, sino en recortar los detalles pertinentes como son las manos tras el velo: el cadáver tras un velo, y este velo que a su vez habla de la mentira que simboliza ese cuerpo en esa cama: el opa ha muerto y la tía nunca ha viajado.

El fuera de campo es el espacio a revelar en la obra de Torre Nilsson, aquello que no se dice y que se oculta milenariamente, o que se está gestando por detrás, y que tiene que ver con el poder. Al acceder a “Los Siete Locos” ya no hablamos de una Casa que esconde una mentira, sino de la guarida de estos marginados que gestan todo un universo lógico instalado en el paradigma de la revolución, donde hasta hacen pruebas y modelos, que luego serán tapados por una decisión política de último momento. Si se parte de lo particular a lo general, entenderemos que el film es el camino que toma Losain desde un hogar destruido a las profundidades de la psicosis por destruir todo lo que lo rodea. Aquí el fuera de campo tiene un valor psicológico-político, ya que detrás de un marginado social se estaría gestando una masacre contra esa misma sociedad que lo ha marginado. Desde la puesta, no hay que olvidar la escena analizada en la que el Jefe descubre el modelo de la Plaza de Mayo: decíamos antes que la cámara toma un papel testimonial que parecía independiente de lo que sucedía y que se detenía en un detalle que hablaba por el todo. El modelo (el plan) habla por el todo (los reclutados). Este fuera de campo, esta Casa escondida va a ser destruida y va a provocar un nuevo fuera de campo: la huida de estos marginados y hombres poderosos por un País que parece haber cambiado nuevamente de rumbo. Pero pese a lo que Laura quisiera en la casa de sus tías, se presenta la imposibilidad de terminar con estos fantasmas que huyen hacia todos lados.

Finalmente el fuera de campo se hace presente en la contraposición de la Casa y la Isla en “Piedra Libre”, para luego dejar uno de ellos en suspenso indefinido. Cabe recordar la escena en la que desaparece Amalia Joven y gracias a la focalización de Eugenia accedemos al saber de dónde se ha escondido. Sin embargo, el personaje no se acerca a la acción y durante la última parte del relato permanece inconclusa la resolución de esta desaparición. Ni bajo el banco ahora se podrá encontrar ese cuerpo, al cual está negada Eugenia, y por lo tanto, el espectador. Sin embargo, en el final Amalia Grande explica que su nieta volverá algún día a reclamar lo que es suyo, como un fugitivo de la casa de “Los Siete Locos”. Los fantasmas seguirán existiendo mientras la tía de Laura permanezca en Estados Unidos gracias a las cartas y Ana y Pablo realicen el mismo ritual todas las noches.

Pareciera entonces que el fuera de campo posibilita un no acceso que queda “pendiente” en la cabeza de los personajes y del espectador. Está pendiente porque es imposible definirlo en su totalidad, que se haya revestida de mentiras y manipulaciones. No hay posibilidad de acceder al fuera de campo y sin embargo es necesario hacerlo para que se pueda “terminar con los fantasmas”.

La Casa del Angel: el punto de vista como visión deformada de la realidad



Se plantea analizar el comienzo del film. Ya en los títulos ingresamos al relato con una música disonante y tomas en contrapicado de estatutas, elemento barroco por excelencia del cine del autor. Tenemos un sonomontaje narrativo que acompaña la música en el que un hombre abre una puerta y sigue caminando en una dirección. Esta dirección veremos que va cambiando y se salta la continuidad clásica otorgada por el raccord. Fotográficamente se puede hablar de un predominio en las bajas luces, la utilización del contraluz, algunos haces de luz en el piso con algunos destellos que al dibujar el contorno, permiten identificar figuras lejanas y cercanas. Vemos al hombre de espaldas y nos confunde por donde sale y donde entra, no hay raccord (estructura espacial compleja), no hay continuidad, no hay sutura. Cuando finalmente viene de frente, la cámara baja a sus pies mientras su rostro está oscuro. Hay una necesidad de no revelar a este hombre aún.

El reloj acaba con la música para adentrarnos en la voz over de Ana. Un plano picado sigue en travelling los pies y vuelve a levantarse cuando el hombre se para frente a la puerta, dando la espalda a la cámara. Ingresamos al interior de la mano de un plano detalle de la bandeja de cristal que sigue a quien va a servir (recurso recurrente en la filmografía del autor). Luego hallamos planos detalles de la mesa y de manos en total oscuridad, mientras el reloj marca el tempo de la escena, a la vez que ingresa la voz over que habla en tiempo presente, dando cuenta de que lo que va a suceder, es una rutina, algo que ya ha sucedido. Es un tiempo muerto que sucede una y otra vez.

La voz over se interrumpe para dejar que una voz in aporte información. En un primer Plano el padre dice a cámara lo que la voz over había anticipado, como si fuera algo ya dicho antes, como si todo formara parte de una rutina. El personaje interpela con la mirada a Ana pero también parece hablarle al espectador. Qué estará queriendo decirle al espectador? Tal vez se trata de una identificación con la focalización que propone el relato. El espectador va a ver el film desde Ana.

La fotografía genera brillos que apenas develan volúmenes, en base a una escenografía compuesta de varios planos espaciales, pero que apenas se aprecian dado que cada fuente baña apenas una parte de cada elemento del decorado, dejando siempre algo oculto. Se fragmenta el personaje desde la escala de planos para lo cual se rompe la convención de la misma y se fragmenta la información en un mismo plano secuencia: se pasa de una taza que lleva un cuerpo cortado y fuera de foco a un pecho sin cabeza que porta una corbata a la que hace alusión la voz over. No se puede observar de frente a Pablo, accedemos a él y a ella por primera vez en una cámara contrapicada de bordes esfumados y con el contraluz como única elección desde la puesta de luz.

Desde la actuación, los personajes mantienen miradas desviadas, planteando una suerte de desequilibrio en la pareja, reforzada por la voz over, que además, desde el trabajo de la mirada en Pablo (Lautaro Murúa) implica un indicio de cómo es su relación durante el relato que va a comenzar, basada en una dominación masculina sobre la inocencia femenina, que ha devenido en una petrificación emocional.

El travelling es una opción que permite descubrir más a los personajes, como en el caso del padre, ya que nuevamente se vuelve a seguir a Ana, hacia atrás, con un plano que va desde la cadera a los pies, dejando a los hombres detrás iluminados, reforzando esta situación de poder. Esto se refuerza además desde la posición física de los hombres: sentados, frente al caminar de la mujer. Accedemos nuevamente al encuentro de la pareja donde esta vez las palabras masculinas suenan paternalistas, no propias de una pareja. Corte a primerísimo primer plano de los ojos de Ana donde se intenta transmitir la situación de posesión y esclavitud en la que se encuentra el personaje con respecto al otro, es un zoom a sus ojos lo que permite cerrar la escena con la certeza de que el relato será la visión de Ana de la historia, aunque es verdad que se salta la focalización luego.

Lo importante es que ya en esta primera escena se plantea una versión distorsionada del universo diegético donde se recrea una situación habitual vista desde uno de los personajes. Es importante tomarlo como una suerte de intriga de predestinación, tal como la llama Aumont, para comprender que ya está planteada la visión deformada por cómo la ve un personaje, o sea el realismo subjetivo para Bordwell, que va a circular durante el film. Es la visión de una joven que pareciera no entender hace cuanto sucedió lo que sucedió y cómo se llegó a ello. Pareciera que la oscuridad de esa Casa los ha oscurecido a todos bajo la misma situación. Se renuncia entonces a la posibilidad de la apología del espectador, propia del cine clásico. El mismo está privado de verlo todo, solo puede ver a través de Ana, y cómo ella ve las cosas. Hay una concentración inmensa en los detalles de la utilería y el decorado que parecen hablar en lugar de los personajes. Se trabaja un proceso metonímico, en el que la corbata habla por Pablo, los ojos hablan por Ana.

La Mano en la Trampa: los pasadizos secretos

Este film es uno de los que más ejemplica el modelo casa-trampa, ya que es más visible que lo oculto está dentro de la casa, dado el argumento. La escena escogida para analizar es aquella en la que Laura descubre que no hay ningún hijo bobo en la casa de sus tías. Nuevamente aquí tenemos la predominancia de ambientes oscuros donde los sujetos se hallan semi iluminados, a partir de contraluces o luces que solo recortan la figura y entierran el fondo.

La casa está construida por el ruido de las máquinas de coser en off, y un espacio nuevamente en penumbra que se vuelve volumétrico gracias a los destellos en las columnas y en el fondo. Predomina el trabajo con los primeros planos de la pareja de jóvenes, que además ayuda a fragmentar esa casa que no termina de entenderse y que parece estar formada por 2 modos de ascenso, la escalera y el compartimiento oculto. Los personajes se meten por debajo de la escalera, donde nuevamente se hallan iluminados por un haz de luz que les ilumina la boca, que luego se transforma en la linterna. En ese espacio poco claro, Laura se mete en un compartimiento que el joven sube a través de una manguera. La Casa trampa está construida a través de aquellos huecos ocultos en la misma, sus pasadizos, que conectan hacia otro lugar. Es así como Laura llega a la habitación del “opa” que se halla en penumbras y encuentra finalmente a su tía. El cuarto tampoco es presentado de manera orgánica, sino que se lo fragmenta con angulaciones picadas (plano del gato) y contrapicadas (lámpara de techo), o planos generales donde la oscuridad impide hacer una lectura absolutamente clara del espacio.

El ruido de la lámpara anticipa el golpe musical, otra vez de una música disonante, en el momento en que se ve a la tía en la cama. Es interesante aquí cómo el trabajo de planos vuelve a recurrir a la fragmentación del cuerpo a través de un trávelling que se detiene en el cuerpo y las manos que parecen posarse como un cadáver detrás del “velo” de la cama. Nunca hay referencia de Laura mirando a su tía, solo por montaje se construye esta situación, pero no sabemos exactamente en qué lugar y a qué distancia están una de la otra. Esto significa que otra vez se ha negado al espectador una construcción “transparente” del espacio, para poner el énfasis en el punto de giro dramático: el descubrimiento de un cuerpo ausente.

Desde la actuación hay un conflicto constante en la pareja, donde la relación sexual negada pasa a ser un “pacto” entre ambos, y se vanaliza el deseo del hombre frente a la mujer. Esto se ve claramente en un tono muscular lento, en el caso de Laura, que pareciera contrastar con el ansia del hombre. Hay un juego de miradas como antes en “La Casa del Ángel” que expresa nuevamente una situación de dominación, en este caso de 2 partes que negocian para obtener lo que quieren y actuan friamente sin posibilidad de sentir deseo alguno. Mientras Laura gira alrededor del hombre, la cámara la sigue y fragmenta constantemente su rostro (que pasa de ser el foco de luz a tener un tenue contraluz que dibuja una línea en el perfil). Al bajar del cuarto, Laura está imposibilitada de sentir: “[…tengo tanto que hacer con esta casa…hay que terminar con los fantasmas Miguel…]”. La ingenua ha crecido y necesita resolver el conflicto de lo que ha visto, hay una necesidad de encontrar aquella mujer que parecía haber desaparecido, terminar con los fantasmas. La escena termina con la linterna que recorre la sala y encuentra la imagen de la tía (María Rosa Gallo), esta figura hasta ahora meramente mencionada cobra un valor significativo.

Es interesante entonces como el trabajo de los pasadizos desde el arte y la fragmentación y penumbra desde la puesta, se articulan nuevamente en una negación al espectador de verlo todo, y en la construcción de dos caminos posibles: aquello que el espectador viene viendo, tiene un costado oculto que acaba de ser revelado. El film rodea esta cuestión de los fantasmas que parecen nunca aparecer, que vagan eternamente, como las mentiras. Tanto este film como “La Casa del Ángel” y “Piedra Libre” están hablando de un devenir continuo de enigmas que jamás llegan a resolverse, básicamente porque cada mentira oculta otra, y todas juntas tienen un lugar físico en el cual están materializadas que es la Casa.

Los Siete Locos: La Casa Germen de la Revolucion

Al analizar este film hay que hacer una importante diferenciación con respecto a los demás y es que no se trata de un film basado en novelas de Beatriz Guido, sino en la novela “Los Siete Locos” de Roberto Arlt. Esto es relevante en la medida en que el universo planteado en este film no es el mismo que circula en el resto. A este autor hay que reconocerlo, entre otras obras, por su novela “El Jugete Rabioso”, considerada literatura de bajo nivel durante muchos años, donde había un conflicto parecido: la imposibilidad del individuo de adaptarse a la sociedad y la necesidad de escapar a esta situación por medio de la creatividad. En este caso la marginalidad lleva a una psicosis en la que los personajes están convencidos de poder modificar el futuro del país dados sus propios intereses. He querido elegir este film, dado el fino trabajo a nivel formal y argumental que despliega en relación a la manipulación de la realidad que los sujetos ejercen para acceder al poder, o sea, para concretar sus deseos más profundos, los de modificar o hasta aniquilar a la sociedad. Aquí los personajes no tienen qué perder y están dispuestos a todo. Una pregunta que podría hacerse es hasta qué punto hay una casa-trampa en este film. Tal vez no sea la casa como espacio, sino las relaciones entre los individuos los que ejercen aquella ‘trampa’ que intentamos arribar con el presente análisis, porque pese a los planes que se hacen y los crímenes, todo esto también está destinado a olvidarse y a quedar enterrado, como si nunca hubiera sucedido.

Ubicamos la primera secuencia escogida en la que Losain (Alfredo Alcón) llega a la Casa en las afueras de Buenos Aires y observa (en un plano medio) desde la reja, la misma que permanece con luces encendidas en la oscuridad del jardín. Procedemos a un travelling del sirviente hacia atrás (que actualiza el fuera de campo off en campo in) para luego pasar a un contrapicado de Losain observando la cerradura y luego un plano detalle de la apertura de la puerta, donde se destaca la cadena con la cual se cierra el portón. En el interior, encontramos una escenografía barroca cargada de cuadros e imágenes, donde los personajes permanecen reunidos en ronda. Procedemos a un travelling circular que recorre el rostro de cada personaje. Es interesante que dada la disposición del encuadre, se vuelve a romper la posibilidad de una sutura, generada por saltos a la lógica del raccord, rupturas en la altura de cámara y la escala de planos. La cámara actúa independientemente de los personajes, esto se ve cuando el jefe se para y la misma se anticipa, mostrando el mapa de Estados Unidos al que luego hará referencia el personaje. Pareciera tener algo de testimonial esta cámara que oscila en el espacio, una cámara en mano que altera repentinamente su altura y angulación, creando un increscendo del devenir dramático que luego va a recaer en lo oculto tras la manta: el modelo de la Plaza de Mayo. Este es el momento en que se revela el plan a seguir y se prosigue a la utilización de primeros planos para identificar a los protagonistas de la conspiración.

A nivel actuación, volvemos a encontrarnos con algo que analizamos en el resto de los films: la modificación de la posición del personaje dentro del espacio y el encuadre como una situación de poder en relación al resto (poder en tanto información que porta el personaje que deambula). El Jefe toma el rol de liderazgo a partir de una explicación de su plan, partiendo del mapa para luego la revelación. A partir de la revelación, el tono del jefe se modifica y su rostro pareciera apuntar, acompañado de travelling y encuadre de perfil, a cada personaje. Están casi todos sentados y fijos, y quien deambula por el espacio es el jefe, como general en el Ejército que recuenta sus reclutas. La escena se cierra con una puntuación sonora musical y con el zoom a la maqueta de la Plaza de Mayo.

Ubicamos la segunda secuencia escogida en el clímax de la película. Primero tenemos al jefe de la banda y la mujer del farmacéutico en la sala donde se observa claramente una fuente que ilumina desde derecha de cuadro y apenas un leve contraluz. Los personajes salen por derecha y la cámara gira para descubrir a un personaje que estaba en el espacio sin ser visto (se actualiza el fuera de campo off que pasa a ser campo in), en una angulación contrapicada. Luego tenemos un plano picado de los dos prisioneros en el sótano, los personajes están nuevamente fragmentados (Plano medio o Primer Plano). Después pasamos a la escena del incendio en la que el jefe prende fuego la guarida. La casa arde desde afuera en plano general y pasamos a un primer plano del Losain y un detalle del plano que lleva, para que luego se dibuje en su rostro la llamarada de la casa, simbolizando la anulación y desintegración de su plan para salir de su estado marginal.

La trampa ha sido descubierta, la casa que ocultaba el plan de la revolución arde en llamas, jamás el plan destructor vera la luz y los conspiradores huyen hacia todos lados hasta que sea el momento de retornar.

Piedra Libre: distanciamientos y acercamientos


Si nos referimos a la postura que adquiere la cámara, la imagen que ha quedado en mi cabeza, es el refugio en la isla iluminado a lo lejos en la noche, que el personaje de Marilina Ross observa por la ventana. Esta imagen, a mi parecer, iconográfica del film es aquella que me permitirá trabajar el distanciamiento y acercamiento que plantea el film.

En un análisis técnico del film, empezaremos por visualizar el principio donde a través de primerísimos primeros planos (PPP), visualizamos una mujer maquillada con colores intensos y brillosos que se saca el maquillaje de actuación. Hay un cuidado minucioso en mostrar el tiempo en que se corre la pintura. Estos planos nos están hablando del universo del disfraz, de lo ficcional. La textura brillosa del maquillaje exacerba estos rostros grotescos, la madre y el padre de Eugenia. La imagen se desenfoca y un primer plano (PP) descubre a Eugenia (Marilina Ross), sin maquillaje. Aquí el arte se encarga de plantear una estética grotesca y austera, una camioneta que se mueve para todos lados y se le cae todo, que a través del sonido provoca un ritmo que da la impresión de que está a punto de cesar abruptamente. Luego de la presentación del elemento grotesco, payasesco, y de colores intensos, pasamos a un plano que remite a la nouvelle vague y a los inicios de Nilsson, un travelling de acercamiento en contrapicado que muestra la mansión de Las Amalias. Es interesante rescatar aquí la actuación de Marilina Ross, cuando Eugenia se presta a parodiar a las señoras de alta sociedad, y pega un grito desesperado de alegría al ver a Amalia grande allí en el patio. Desde la música, el film recurrirá a leit motives, que mas que enfatizar una situación amorosa, parecieran hablar de una nostalgia, un reencuentro con una realidad dolorosa. Se van a delinear dos espacios: la Mansión lujosa y barroca en la montaña en contrapicado, que contrasta con la Isla de animales disecados en el medio de un pantano, una selva donde todo está permitido, según Amalia. Desde la fotografía hay un cuidado en resaltar el modo de vida de las Amalias, esto se ve en el plano de apertura de la escena (plano detalle) en el que se usa el travelling para seguir una bandeja que lleva Amalia a las otras dos, mostrando el lujo y a la vez el ritual del té. También asistimos a un Plano General (PG) donde la composición de las mujeres en el encuadre, tomadas desde atrás, genera un espacio minúsculo en un costado, el escenario del bufón de la Oligarquía: Eugenia, quien realiza la función para las mujeres de sociedad. Desde el diálogo Torre Nilsson va desparramando su tesis, una de las mujeres comenta que la familia de Eugenia se ha asesinado y Amalia corrige rápidamente diciendo que fue por el brasero que han muerto. Hablaremos entonces de un distanciamiento entre la ficción que desarrollan los personajes y la ‘verdad’, lo que realmente sucede, lo cual está cargado de ambigüedad.

Para trabajar este distanciamiento de la acción y generar intriga, Torre Nilsson se vale de PG a través de la ventana, para entablar una distancia entre la Mansión y la Isla. La ventana es el espacio que permite espiar la vida de los demás, como sucedería en “La Ventana Indiscreta” de Hitchcock, es el espacio donde se revelan verdades ocultas, tras distintos tipos de velos (cortinas, vidrios). Aquí el espectador asiste, a través del punto de vista de Eugenia, a la relación de Amalia con los hombres. Es a través de una ventana que vemos a los padres de Eugenia muertos en la cama, con una cortina adelante. Asistimos a la primera muerte del relato, aquella que se sucede luego del sexo desbordado, estableciendo la legendaria relación placer-muerte.

Vamos viendo como los velos que coloca la representación al espectador, tienen que ver con la cantidad de información que éste maneja y al mismo tiempo con la distancia que toda ‘ficción’ establece de la realidad. Quiero decir que aquello que estamos viendo, deja ver y oculta a la vez, tiene un velo delante, una cortina. Es así como el maquillaje representa un elemento fundamental para establecer el juego de la ficción: todos los personajes maquillados con colores fuertes en el rostro y vestimenta, los padres de color rojo y amarillo fuertes, el blanco y dorado en Amalia grande, el “leopardo” en Amalia joven que reviste un peligro, un doble carácter. La única NO maquillada es Eugenia, aquella que todavía NO tiene identidad, que juega a disfrazarse. Su ‘maquillaje’ se presentará al adquirir un papel, sobretodo el último, el de la nueva Amalia. En la escenografía encontramos la mansión decorada de forma barroca, el armario de los recuerdos que contiene objetos que van bajando (remitiendo al tubo de la comida que conecta con la tía encerrada en “La Mano en la trampa”). Esto se suma a Eugenia que rompe la foto de su abuela, es la necesidad de negar el pasado.

Observamos la utilización de los espejos: primero la Eugenia maquillada de española se niega a aceptar la propuesta de salir con Amalia, luego volvemos a verla ya reflejada en múltiples espejos, ahora junto a Ezequiel, donde se ha convertido en Amalia. La nueva cara de Eugenia busca la forma de conseguir todo lo que el hombre ha tenido siempre, será su nueva esposa. Es aquí donde la narración va evidenciando a través del maquillaje, el vestuario y la utilería, la sustitución de un personaje por otro, debido a la falta de identidad de Eugenia y a la desaparición de Amalia. La narración se vale de elementos del lenguaje para dejar entrever como se va conformando constantemente una ‘ficción’ en lugar de la ‘verdad’, a la cual el espectador tiene un acceso restringido y como vemos al final, casi negado.

Para liberar información, la narración juega a establecer un acercamiento y un alejamiento a lo que llamamos ‘verdad’. Veamos la primera aparición de la Isla. En la llegada a la misma, advertimos los animales disecados (la presencia de la muerte) e ingresamos por una cámara subjetiva (en mano) al lugar de Amalia donde todo está permitido. Termina de decir esto y el montaje corta abruptamente devolviéndonos a la Casa. Ya se presentaron los dos espacios, el de la Casa, donde evidentemente no está todo permitido, y la Isla que representa un ambiente misterioso y a la vez liberador, pero es una libertad clandestina. La narración nos plantea un lugar pero nos corta para volver a otro, despertando curiosidad.

La misma puesta de cámara juega a ocultar acontecimientos: en la escena antes mencionada que transcurre en la sala, Amalia mira a través de la ventana y ve la casa de la isla iluminada. Zoom a Eugenia, PP de Eugenia en alternancia con PP de la vieja Amalia. Amalia joven desaparece de la acción al desaparecer del plano, no hemos visto su huida. Al abrirse el plano, Eugenia ve a través de la ventana la casa iluminada en la Isla. ¿Hasta qué punto los personajes no han visto la huida de Amalia joven?

El montaje cumple una función reveladora al mismo tiempo que los personajes callan. Un paneo revela al hombre de Amalia, cuya presentación no ha sido establecida por la narración todavía, como la relevancia que tiene. Lo vemos y el montaje corta automáticamente a la risa de Amalia, generando un efecto de contraste sonoro (silencio-risa aguda). Vemos que se descubre un sistema de intriga donde se presenta una situación y se la corta antes de que algo pueda aclararla, antes de que algo la resuelva (en la Iglesia podríamos ver que este personaje se acerca a Amalia, y sin embargo el montaje corta antes de que esto suceda). Entonces vemos que ya desde el proceso de ‘edición’, si se quiere, la narración juega con la mirada del espectador, así como Amalia juega con Ezequiel, permitiendo el deseo de ver y luego obturando la visión en la fiesta en la que se disfrazan.

Con el sonido también se construye el suspenso, ya desde el primer leit motive al vislumbrar la Mansión, así como la presencia de notas que puntúan elementos importantes, por ejemplo, la aparición del brasero. En un plano general tras el velo de una cortina floreada, con iluminación tenue que empieza a esfumar el espacio, accedemos al baile después del casamiento. Este momento musical está en lugar de otra cosa: la carta enviada a Ezequiel que no genera evento alguno aún. A partir de la puesta, la narración simboliza la ‘verdad’ oculta y no resuelta, la falsedad en ese casamiento. Solo el rostro de Eugenia, que observa el baile de los novios, representa la mirada muda, no puede decir lo que sabe, no será la primera vez.

Entonces hablamos de un distanciamiento y un acercamiento hacia este plano de ‘verdad’, lo cual relativiza la misma. El juego de la ficción que arman los personajes llega a su apogeo con la dramatización que presentan las mujeres sobre el origen de las Amalias. Se acude al recurso de la ficción teatral-fotográfica para depositar información en el espectador. Así como Shakespeare usa el teatro para desenmascarar al rey asesino en Hamlet, aquí las fotos de un supuesto romance construyen una especie de leyenda, cuyos actores, reconocemos y entablan otra historia en la realidad. Se construye el viaje de un hombre que abandona a su mujer para pelear contra Rosas. El tiempo de Rosas, de unitarios y federales, comparando a las dos familias, y en un plano extradiegetico, hablando de la realidad de Argentina en los ‘70. El incendio REAL que se asocia a la guerra a la que va a pelear el hombre de la ficción. A través de un montaje paralelo sabemos que Amalia se ha ido. Plano insert de Amalia en el barco remando hacia la Isla (sabemos que es así gracias a la primera escena donde rema Eugenia, lo interesante es que es de día, aquí el tiempo se vuelve ambiguo, se vuelve eterno, sucedió y sucede).

Cuando asistimos a la habitación del matrimonio y se descubre la verdad del engaño, la estética se vuelve expresionista generando tensión en la composición. Los contrapicados, recurrentes a “La Caída”, acompañados de la niebla en el bosque construyen un ambiente misterioso y una sensación de vértigo. Aquí los personajes se ocultan: Eugenia tras un árbol, Amalia en el banco de cemento, el sirviente en los arbustos. El cuerpo que se esconde en un lugar del campo donde nunca más será encontrado. El banco permanece solo, mientras es mirado por la única testigo, que mira muda. La lluvia, que nos ha contado Amalia Grande que había sucedido luego de la ficción dramatizada, vuelve ahora como diluvio que sirve para ocultar los cuerpos, para ayudar a que esto también pase.

Aquí se procede a negar y tapar lo sucedido, tal como dice Amalia grande: “…si se revuelve el estiércol aparece la mierda y eso no es bueno para que siga existiendo la sociedad…” (recurrencia clara de la realidad de la sociedad argentina hacia los ‘70). En el final, una opera empieza a sonar cuando Ezequiel mira desde afuera de la Mansión y Eugenia piensa mientras fuma. Ezequiel invade la casa y besa a Eugenia, llegan al banco. Al abrir el banco vemos el cadáver de Amalia a través de los supuestos ojos de Eugenia. Ésta vuelve a mirar con Ezequiel, y no hay nada. Asistimos a un final sin resolución posible, no sabemos si el cuerpo estuvo o no allí. La necesidad de constatar la muerte y la imposibilidad de esto, frente a la desaparición. La mirada de terror de Eugenia viendo una novia que se aleja en el agua. El elemento sobrenatural que termina con un misterioso final.


Cinema d'auteur: el yo-enunciador Nilsson


Qué es lo que nos permite considerar a un cineasta "autor"? Esta pregunta ya se la hacen los integrantes de la revista "Cahiers du cinema" hacia los '60 en Francia, donde empiezan a tomar figuras como las de Welles y Hitchcock. Luego autores como Bordwell revisan estos estudios y empiezan a hablar de un cine distinto, la narración de arte y ensayo que se separa de la mirada canónica del cine clásico americano. No es mi intención aquí repetir los escritos de la teoría de los autores o la concepción de Bordwell sobre la narración del cine de arte y ensayo, se trata de una humilde aproximación a este concepto para dar cuenta de aquellos elementos formales que atraviesan la obra del autor estudiado.

El cine de arte y ensayo, o de estructura moderna, es aquel que se le puede otorgar estatuto de ser hecho por un alguien, dado que la obra refleja la mirada que tiene ese alguien del mundo, del arte y de la cinematografía propiamente dicha. Siguiendo a Bordwell, se puede hablar de 3 fenomenos que distinguen a esta narración: la vulnerabilidad del eje de causalidad, la noción subjetiva de realismo y la situación límite.
Aplicado a la obra de Leopoldo Torre Nilsson, podríamos situar a estos fenómenos puestos al servicio de una narración que abre la sutura, que oculta la huella de enunciación, para poner de manifiesto aquello que las huellas habían ocultado.

Claudio España explica que la creación artística se afirma en Torre Nilsson en su voluntad de demostrar la existencia de un yo autor emergente de una individualizada puesta en escena. Hay una necesidad de narrativizar la acción, borrando la ilusión del mundo real establecida por la tercera persona de la narración clásica, y buscando imponer su decisión de escritura fílmica por encima de los deseos de los personajes. Tiende a aplicar el estilo indirecto libre y su variante, la subjetiva indirecta libre en la cual NO se puede saber si es una subjetiva del personaje o del autor narrador. Estos recursos le permiten trabajar su propia mirada omnipresente como constructora de la realidad ficcional. No solo cuenta una historia, sino que opina y comenta el encuadre visual de la imagen que lo narra, el ‘estilo’ significa la presencia del autor.

Observemos “La Casa del Ángel”, película con la que Torre Nilsson adquiere reconocimiento internacional. Aquí encontramos un primer fenómeno: ni bien entramos al film nos situamos en un relato que no tiene fin, por lo tanto no tiene resolución. Ana vive en un tiempo ‘muerto’, en el sentido de que todo aquello que ha sucedido vuelve a suceder y no hay certeza de que haya terminado. Accedemos a una historia que, pese a sus rasgos narrativos causales que hace avanzar la acción, se centra en una atmósfera particular que está plasmada en la Casa. Entonces, ya desde el comienzo, dado el relato en voz over y la fragmentación dentro de la imagen (junto a una puesta en penumbra), se construye una noción subjetiva del realismo, porque accedemos a una realidad cuyo tiempo-espacio responde a la lógica de un recuerdo personal de un personaje. El personaje que focaliza (Ana) ha recortado información y ha resaltado otra, propia actividad de la edición que realiza la memoria humana de los hechos transcurridos en su historia. Y esto se evidencia en la puesta cinematográfica a través de imágenes que rozan lo onírico y resaltan frases como una construcción poética. A través de este flashback nos centraremos en una historia que aparenta ser lineal donde accedemos a varios temas recurrentes en el cine de Torre Nilsson.

Por último, Bordwell habla de situación límite, aquello que el personaje atraviesa en el relato de arte y ensayo, que lo puede hacer perder todo o modificarse por completo, como puede ser una violación. Me interesa entonces destacar la ambigüedad del acontecimiento de la, por muchos llamada, ‘violación’ que ejerce Pablo sobre Ana. Además de la discusión que este acontecimiento dispara por la ambigüedad de los dos personajes, hay un detalle muy importante que es que antes y después de dicha escena Ana está en su cama en la misma posición. Se vulnera nuevamente el eje de causalidad, al relativizar la sucesión de dicho acontecimiento y no se puede asegurar que realmente pasó. El espectador puede intuirlo tal vez pero está en gran parte asociado a su interpretación del film. Es aquí donde el relato de Beatriz Guido no da una respuesta satisfactoria a un espectador de cine clásico. Hilando más fino en lo argumental, podríamos acceder al personaje de Pablo, quien discute con su padre debido a su falta de moralidad y luego desvía la disputa en el senado sobre la acusación que le han hecho a través de otra resolución, un duelo. En definitiva, para el espectador queda claro la culpabilidad de la familia de Pablo en el negociado del Sur, pero no es así en la diégesis. Es intención de la instancia narrativa, en términos de Aumont, que el espectador sea el único que conozca la verdad. Sin adentrarme de lleno en este film, quisiera mencionar solamente la postura que adquiere la iluminación. Se trata de un viraje hacia las altas luces, ocultando gran parte de la composición del cuadro, tal como repetiría en “La Caída", se asiste nuevamente a un velo que se coloca sobre la realidad. Es un espacio casi incaccesible y solo se nos permite ver algunos destellos de luz.